Las manos abatidas por las penas.
Va buscando al dolor una salida.
Colgándole del alma las cadenas.
Nacidas del dolor de su partida.
No lleva peso, liviano es su equipaje.
Y parece que arrastre al mundo entero.
En sus ojos la rabia y el coraje.
Enseñaron al llanto su sendero.
Al alma le planto cuatro amapolas.
Que crecen a pesar de sus espinas.
Y el silencio la envuelve con sus olas.
Silbando soledad por las esquinas.
Impotente a la rabia ni la nombra.
La dueña del puñal que abrió la herida.
Se ha vuelto hasta enemiga de su sombra.
Tan sola por las calles de la vida.
Voy a arrastrar la cruz de ese lamento.
Que es la cruda razón de su condena.
Quizá pueda aliviarte el sufrimiento.
Si en mis versos me quedo con su pena.
AFRICANUS PELIGROSUS
AFRICANUS PELIGROSUS
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